Fijarse objetivos: la clave de la felicidad

21.01.2019 14:35

"Persiguiendo la inspiración". Así me definí una vez en un perfil que creé en internet. Lo cierto es que mi espíritu inquieto es una de las mejores cosas que el universo me ha regalado. Como con todas las cosas la curiosidad también es un arma de doble filo. Si no se alimenta en su justa medida te convertirá en un ser desdichado.

El domingo pasado fui hasta mi rincón de las reflexiones y de allí caminando hasta el castillo. Es un recorrido que me encanta. Estar dentro de la ciudad y al mismo tiempo tan en contacto con la naturaleza, respirando aire puro y fresco. Así da gusto abrir los pulmones y dejar pasar todo aquello que hemos reprimido durante la semana.

Iba caminado mientras recordaba la conversación que tuve con un compañero de trabajo. Me había propuesto sumarme al carro de los retos en "running". Considerando mi etiqueta de deportista pensó que tal vez podíamos compartir la experiencia de iniciarnos en el running seriamente. Al principio me pareció una idea que no iba demasiado conmigo ya que al ser tan delgada siempre había evitado deportes de impacto. Cuidaba mucho mis lumbares y articulaciones, y además no podía permitirme el lujo de adelgazar ni un sólo gramo. El running es un deporte que consume bastante por lo que no lo vi como una opción compatible conmigo.

Según caminaba por la naturaleza surgió la magia. De pronto tuve claro que podía ser un reto interesantísimo en mi vida y especialmente a esta edad. Lo primero que pensé fue: "lo puedo hacer". De repente me envolvió una gran curiosidad de experimentar las sensaciones de la autosuperación física. Sabía que debía informarme mucho y que debía seguir una disciplina adecuada para no lesionarme, pero sobre todo para disfrutar de la aventura de principio a fin. Por otra parte pensé que el universo me estaba extendiendo una alfombra roja en el camino que me iba a acercar a otros mundos y propósitos que hasta ahora veía lejanos. No fui capaz de encontrar ninguna excusa para no intentarlo.

En mi descenso hacia la ciudad estaba llena de felicidad e ilusión. Me había marcado un objetivo diferente en mi vida y sabía que lo podía alcanzar con paciencia, cabeza y perseverancia. Al mismo tiempo me sentía especialmente cerca de mi otro gran propósito que por cierto no compartiré de momento con vosotros (me río). En ese preciso instante entendí la importancia de tener objetivos en la vida.

El ser humano por su naturaleza necesita vivir y organizarse de acuerdo con unos límites. Por otra parte a la hora de pensar y actuar debemos aprender a hacerlo sin límites. Necesitamos una vida estructurada con límites, de lo contrario nos sentiremos perdidos y por consiguiente infelices. Estos límites son los objetivos. Es igual qué tipo de objetivos sean: estudios, trabajo, relaciones sentimentales, deporte, música, espiritualidad, viajes, etc. Da igual que nos interesemos por muchas cosas diferentes y que vayamos saltando de una materia a otra... mientras tengamos objetivos claros y alcanzables.

Márcate como mínimo un objetivo a largo plazo. O si son cortoplacistas, fíjate más de un objetivo. No trates de alcanzarlo el primer día. Ve paso a paso, con calma, respirando y disfrutando tu evolución y superación. Márcate mini objetivos en el camino. No te exijas en exceso, sé disciplinado pero misericordioso contigo mismo. Si te empeñas en alcanzarlo mediante atajos sucederán dos cosas: 1) te frustrarás y decidirás en tu interior que no eres capaz de hacerlo; 2) no vivirás la magia de la auténtica felicidad, alimentada por uno mismo, por nada y por nadie más.

Como segundo gran concepto comprendí la estrecha relación que existe entre vivir de acuerdo con unos objetivos y vivir rodeada de gente que te inspira. Siempre he pensado que todas las personas del mundo tienen algo que enseñarnos. No hay que subestimar a nadie, absolutamente a nadie. La clave está en dejarse contagiar por lo mejor de cada uno. Una vez oí que la sociedad japonesa era una perfecta anfitriona a la hora de acoger a otras culturas a pesar de su elevado sentido de lo auténticamente propio y secretismos herméticos. Yo misma lo pude comprobar. Acogen a otras culturas siempre con actitud sumisa y aprenden al dedillo todo lo mejor que les caracteriza para implantarlo en su cultura. Detrás del barullo de los conflictos mundiales las "hormiguitas" trabajan en silencio y desde el respeto convirtiéndose paulatinamente en los seres más fuertes que existen. A eso lo llamo inteligencia.

Debemos dejarnos inspirar por las personas que nos tocan el alma. Rodéate de ellas y mantenlas en tu vida. No las dejes escapar. Olvídate temporalmente de quienes te consumen toda la energía y dales su tiempo para que eleven su alma. Si esto no sucede no hace falta que abandonemos a ningún familiar ni amigo, sólo tenemos que recordar que no debemos dejarnos contagiar por su lado oscuro. Si lo hacemos jamás podremos ayudarlos.

Sé consciente de que posees la capacidad de ayudarles sólo si lo haces desde fuera, como si tuvieras que rescatar a un amigo que ha caído al interior de un pozo. Sabes que si saltas al pozo sólo para hacerle compañía y llorar juntos, jamás conseguirás salvarlo. Al contrario, te hundirás con él. Tú decides lo que te hace feliz. Hundirte por amor o ayudar con amor.

Mientras tanto implícate y comprométete con aquellas personas que realmente te inspiran, que son capaces de darte una palmadita en la espalda y de mostrarte tus alas.

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